domingo, 24 de mayo de 2015

Posconflicto y Medio Ambiente

Posconflicto y Medio Ambiente
Actualmente se están presentando grandes cambios en Colombia en diferentes aspectos, los cuales afectan de muchas formas a su población. Ahora bien, cuando hablamos de un país latinoamericano, solemos relacionarlo directamente con el tema de la biodiversidad; lo cual genera la idea de que no importan los recursos naturales, ya que además de ser abundantes, estos se podrán renovar. Esto es falso: la realidad es mucho más compleja de lo que se observa superficialmente.

Ahora bien, el posconflicto podría definirse como una fase que llega luego de la firma de los tratados de paz, para lograr un desarrollo social en el cual sea posible eliminar el conflicto bajo ciertas condiciones establecidas entre el gobierno y los grupos en oposición. Teniendo en cuenta esto, es claro que Colombia no ha llegado al posconflicto, pero está atravesando el proceso.

Según el Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera que se realiza en la Habana, El desarrollo económico con justicia social y en armonía con el medio ambiente, es garantía de paz y progreso” esto es claro y se espera tenga validez en el esperado posconflicto del país.

La historia de Colombia se ha caracterizado por sus grandes dificultades para administrar, cuidar y aprovechar el medio ambiente de forma sostenible. Un ejemplo de esto es el incremento de los cultivos ilícitos, los cuales están relacionados con los pisos térmicos, ya que el país tiene una gran variedad por su ubicación desde los cero hasta los 5000 msnm. De esta forma, la coca, que es uno de los cultivos ilícitos con mayor producción a nivel nacional, se puede cultivar en 352.517 Km2 y sus cultivadores exponen el 5% de los suelos a daños por sustancias químicas para un crecimiento acelerado de la planta (eso sin contar con los graves impactos ambientales que se han generado por el uso del glifosato). Esto resulta especialmente importante si tenemos en cuenta que 23 de los 32 departamentos presentan cultivos ilícitos, siendo Nariño, Antioquia, Vichada, Guaviare y Córdoba los mayores productores de coca.

Si realizamos un conteo de la suma en biodiversidad que se ha perdido desde los años noventa, que marca el inicio de esta actividad ilícita, se daría a conocer la depredación en bosques por hectáreas y la quema indiscriminada, y la pérdida de especies que se generó por la expansión territorial de estos cultivos. Esto revela la relación existente entre el conflicto armado colombiano y los impactos ambientales que se han generado por el control territorial de distintas organizaciones y del mismo estado.

Además de esto, la economía colombiana se ha caracterizado históricamente por su vocación agrícola, la cual ha estado atravesada por problemas estructurales en cuanto a su uso y tenencia. Respecto a esto, basta recordar que el origen de las FARC se remonta a comunidades campesinas que se alzaron en armas por estas problemáticas; que durante los periodos de Alvaro Uribe Velez se incrementaron los monocultivos en buena parte del país, junto con la presencia de actores paramilitares; y que en el actual gobierno se ha intentado cambiar la vocación agrícola  por una economía basada en el extractivismo minero-energético, con sus respectivos consecuencias, para entender la importancia del medio ambiente en el marco del posconflicto.

Como conclusión podemos resaltar la urgencia de los temas medioambientales en la agenda del país para poder plantear soluciones estructurales a un problema que siempre ha sido álgido en el país. No por nada este tema fue uno de los primeros en la agenda de negociación entre las FARC y el gobierno nacional.

Par mayor información, revisar el siguiente link: EFECTOS DE LOS CULTIVOS ILÍCITOS SOBRE EL MEDIO NATURAL EN COLOMBIA


Posconflicto y educación

Posconflicto y educación 

En la actualidad nuestro país está atravesando una coyuntura sumamente importante para nuestro futuro: Las negociaciones de paz que se están realizando desde hace dos años en La Habana, Cuba, entre el gobierno nacional y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP). Con esto, el tema de la paz ha pasado a estar en boca de todos; pero para evitar confusiones, este tema debe abordarse con detenimiento.

Un primer punto que hay que aclarar es que lo que en este momento se está discutiendo en La Habana es la terminación de un conflicto armado que se ha prolongado por más de 50 años, lo cual no implica que se alcance la paz, como en muchos medios se ha tratado de difundir, pero efectivamente, con estas negociaciones se abren muchas puertas para poder trabajar por la construcción de la paz.

Ahora bien, abordando el tema que nos compete, la educación está sumamente implicada en esta construcción de paz, y tendrá muchos retos por asumir en el posconflicto, ya que la violencia en nuestro país no se remite solo a un conflicto armado ni se limita a este. 

La violencia en nuestro país está necesariamente vinculada a las condiciones sociales de inequidad en la tenencia de la tierra y el acceso a una vida digna que históricamente se han venido reproduciendo y agravando en nuestro país. De esta manera, la violencia se ha constituido como una forma de relación social, y esta enraizada en nuestra cultura. Con esto llegamos a la tarea central de la educación: transformar la cultura y la realidad.

De esta forma, el posconflicto representa una coyuntura importante en la que la educación debe encaminarse y comprometerse con la transformación de las relaciones sociales cargadas de violencia en las que actualmente estamos inmersos precisamente por el peso de nuestra historia y sus repercusiones sociales.

Sin embargo, cabe aclarar que al hablar de violencia no estamos hablando de una cuestión abstracta o enteramente discursiva, estamos hablando de las condiciones reales y concretas que afectan al grueso de la sociedad; es decir: No nos limitamos a ver cómo y por qué una persona mata a otra, por el contrario se busca entender por qué esta sociedad genera y mantiene unas condiciones en las que cualquiera podría ser un victimario, o una victima potencial de la sociedad al no poder acceder a una vida digna, y lo que es peor, ni siquiera a algunas condiciones básicas para vivir.

Con esto buscamos ubicar el rol de la educación en generar lecturas críticas de la realidad a partir de las problemáticas concretas de la sociedad, que permitan comprender su complejidad pero también generar alternativas y propuestas de transformación de las realidades que alienan y oprimen a la sociedad; es decir: Desarrollar una educación para la liberación (Para mayor información, revisar la obra de Paulo Freire, entre otros Pedagogía del oprimido).

Esta debería ser la tarea principal de la educación en el posconflicto: Comprender las relaciones y condiciones que están en la base de la violencia; generar propuestas y alternativas para transformar estas problemáticas y relaciones; y comprometerse con su realización.

Ahora bien, cabe resaltar una vez más que a pesar de ser una gran oportunidad, esta coyuntura no es una panacea con la que se solucionen todas las problemáticas, por el contrario, representa una mayor complejidad de las mismas; pero por lo mismo es una oportunidad de trabajar para lograr construir "Ese otro mundo posible".